La historia de Janko Tipsarevic es la de una aparente contradicción constante. Su corazón guarda pasión balcánica; su cabeza templanza tibetana. Pretende vivir cada minuto de su vida como si fuera el último; pero el tiempo se esfuma entre videojuegos. Pero sólo mantiene una únia obsesión: volver a estar entre los diez mejores jugadores del mundo
Redacción