He de reconocer que el texto que leen estaba destinado a analizar las consecuencias de la final del US Open de este año, la cuadratura del círculo para Nadal, la imagen viva de la desesperacion para Djokovic. Pero no. Algo me ha hecho cambiar el enfoque. Y son unas recientes declaraciones del, otrora, mejor jugador del ránking ATP, Novak Djokovic: “Me entrenaré estilo Rambo para volver al número uno. Tengo muchos objetivos para 2014 y uno grande es tratar de ganarle a Rafa para conquistar Roland Garros”
La frase encierra muchas expectativas y anticipa luchas encarnizadas. Nole es lo más parecido a un león enjaulado deseoso de batirse contra sus propios temores. Los que le llevaron a perder tres veces en 2013 ante un tenista que estuvo siete meses parado, Rafa. Los que le llevaron a entregar en dos minutos (tres drives al limbo sin sentido), en el decimosexto juego del quinto set, la inolvidable semifinal frente a Nadal en Roland Garros. En el 7 de junio de 2013 nace la gran batalla de 2014 entre los dos mejores tenistas, de largo, en el circuito actual.
2013 será recordado por el regreso foribundo de Nadal, sí; por los síntomas de agotamiento de Federer, también; pero a nadie le cabe duda que ha dejado un vacío en Djokovic. Los títulos dan dinero y prestigio, pero los hay que llegan al corazón y a esa satisfacción personal plena cuyo listón ha dejado Nole en las nubes. Ganar a Nadal en Roland Garros es coto exclusivo de un sueco al que algunos ya habrán olvidado, Robin Soderling. Casi una década después de saltar a la arena de París, nadie más le ha tosido, nadie más le ha mojado la oreja, nadie ha osado asaltar su reinado. Djokovic lo tenía todo para conseguirlo: reciente triunfo en Montecarlo, victorias pasadas en Roma y Madrid, condición de número uno mundial, y las dudas físicas, que aún entonces, mucha gente tenía sobre Nadal. Y la oportunidad se presentó un soleado viernes de junio.
El partido, ya agotado el combate tenístico, llega al terreno físico y mental. Nadal, cuatro horas en las piernas, se defiende. En el quinto set, perdiendo por 4-3, saca Nole con iguales en el marcador. Son de esos puntos que dificilmente se olvidan. El manacorense, pura raza, levanta con bolas altas todos los ataques del serbio. Este, puro nervio, cruza con un drive la pelota a la zona del revés del español que, la levanta, y asiste atónito a lo que ve después.
Cuando se quiere dar cuenta, el balcánico se encuentra repasando sus errores uno por uno. Cede con un juego en blanco el partido ante Nadal, y recuerda lo sucedido en aquél fatídico punto. Cuando su contrincante se defendía como podía de sus ataques. Cuando él decidió cruzar la bola en la red sin oposición. Cuando, sin venir a cuento, tanto empuje, tanto afán, tanta ansia, le lleva a cometer un error de principiante: golpea con su cintura la red, y Pascal Maria, atento, le sanciona, y otorga el punto a Nadal.
Parece una tontería, pero no lo es. De ventaja para el 5-3 y resto para derrotar al Goliat de la tierra, a entregar sin pena ni gloria un último juego donde la mente de Nole ya le había abandonado. Y desde hacía un tiempo ya.
2014 se jugará en cada cancha, en cada torneo, en cada punto. Pero hay partidos que trascienden al mundo de la raqueta y entran de lleno en la épica del deporte. Y los duelos entre Nadal y Djokovic forman parte de ellos. Y si es en Roland Garros, aún más. Ya sabéis: París espera la eterna reválida de su guardián.